miércoles, 2 de enero de 2008

Qué recuerdo


Me detuve, algo cambió en el aire que me hizo parar en seco. Era tarde, se iba perdiendo la luz con mis pasos. No pude descubrir que me había echo parar, por lo que decidí seguir caminando, no quería perder más tiempo.
Aunque certera mente no sabía por qué no quería perder más tiempo, hice caso a mi impulso y seguí caminando sin querer perder más tiempo.
-¡Cresta!-se escuchó a mi derecha.
Rápida giré la cabeza y vi un pelo negro con unos aros enormes de color azul brillante en el suelo. Sabía que debía caminar pensando que no quería perder más tiempo, pero me sentí mal simplemente viéndola caer. Me acerque corriendo a ella y le tendí ambas manos, ella pareció no notarme así que le dije: ¿te ayudo?-no respondió. Supuse que era porque la rodilla izquierda en la que llevaba un tacón roto de color negro con unos puntos blancos le sangraba. De pronto la loca tomó mis manos, decidí llamarle loca porque no es normal que alguien salga de su casa con un tacón roto en el pie izquierdo.
A zancadas la ayudé a caminar, de pronto sin darme cuenta andábamos en zancos, lo raro era que su rodilla sangraba pero ella parecía no tener problemas, de repente se nos hunde el suelo y andábamos con zancos en el gran hoyo que ahora había a la mitad de la calle y -¡cresta!-recordé que hace dos horas iba caminando pensando en que no quería perder tiempo para llegar a cierto lugar que en ese momento no podía recordar, y también recordé que durante esa innecesaria reflexión hace dos horas se me estaba haciendo oscuro. Miré arriba y el cielo parecía claro, no parecía oscurecer en ningún lugar,enton...-¡ah!-que tonta, me fui de cara al suelo, mientras pensaba, olvidé que iba caminando en zancos, por el suelo hundido, con la loca en brazos. No tuve más remedio que ponerme de pie, extrañamente la loca se había afirmado de mis manos y no tenía ningún rasguño, excepto por una rodilla que parecía sangrarle. De pronto miré alrededor, y estaba oscureciendo, el suelo no estaba hundido y ni rastro de mis zancos. Sólo había una gran piedra unos pasos más atrás de donde la loca estaba arrodillada en el suelo, y en su pie izquierdo se veía un tacón roto, que probablemente se había roto cuando había tropezado con aquella piedra. Levanté a la loca con ambas manos, con dificultad logró ponerse de pie. Me miro y me dijo:-gracias. Me llamo Antonia, ¿y vos?- ... -¿y vos?- ... -
Yo ya estaba de vuelta en mi camino, sólo lamento no haber conocido su nombre, suelo dar las gracias cuando me ayudan, pero bueno, éstas son otras culturas, creo.
-¡Cresta!-no quiero perder más tiempo, ya se está oscureciendo y tengo que llegar a ésta dirección. Algo suena en mi bolsillo, -¿que tontera es ésta?- dije. Lo di vuelta, atrás decía: "si suena o vibra apretar botón verde al lado derecho del aparato, justo abajo de la pantalla". No sabía quien había escrito eso pero le hice caso. ¿Hola?- resonó dentro del aparato, no sabía qué hacer, respondí -si, ¿diga? - el aparato volvió a hablar- Disculpe señorita, su familia nos llamó al momento de su llegada y según nuestro criterio usted ya debiese haber llegado. Por si es que está confundida, estamos llamando del centro de tratamiento psicológico General Roca, estamos algo preocupados porque nos avisaron hace pocos minutos que la persona que estaba encargada de traerla no pudo convencerla pero nos aseguró que usted llevaba consigo la dirección y que, extrañamente, le había prometido de corazón que llegaría al lugar que se le indicaba.-
No entendía nada, intenté buscar en mi cabeza algo que hiciera que el puzzle inconcluso que este aparato me presentaba tuviera sentido, de pronto un destello de alguien que conocía me hizo recordar algo, el aparato seguía hablando, yo no escuchaba, solo escuchaba la voz de mi madre en medio de llantos, me decía que estaba enferma, que tenía que irme mañana temprano, que ella ya no sabía que hacer. Miré al frente, había un enorme edificio "Centro de tratamiento psicológico General Roca". Caminé por un pasillo, entré por una puerta.

De vez en cuando recuerdo colores, a veces, de como era el color de mis manos. Me gusta soñar con los aros brillantes de la loca, con su tacón roto. Pero jamás recordé porque no quería perder más tiempo esa tarde.