viernes, 9 de diciembre de 2011

Una cumbre de aullidos

En todos los sueños
me siento a morir sola al alba que sangra
en todos mis sueños
hay patas de arañas buscándome los ojos

En todos mis ojos hay vuelos ciegos
hay inefable tristeza
hay oscuro sabor de llanto
sabor a beso vacuo
a trescientos sesenta grados de terreno desierto

En algunos sueños hay un vaivén de montañas nevadas
de cumbres heladas
de travesías aislada
y alrededor quién me espera

Un montón de cuevas con miedo
de ruinas celosas
terrenos llenos de baldío
ecos y ecos de aullidos
un huracán de caminos circulares
de vertientes de memoria
¿dónde están ahora los paisajes de la memoria?

Hay un trono de madera seca
con otro desparramado a su lado
con el brillo consumido
con el terciopelo barroso
como los ojos lloviendo en pena sola
con la voz quieta
                          la mirada ha quedado confinada
y en los huesos se ensambla el sonido susurrante
el silbido lastimero
el aullido que agrieta la piel que anhela otra piel


En estos sueños más como la vida
nunca saben los ojos si maullar el regreso solitario
o si de tornar a ronronear más fuerte
                                                          se le abre otro par de ojos de frente.