jueves, 27 de agosto de 2009

¿Me ves?


¿Será acaso que me estoy muriendo?

Mi cuerpo no siente frío
Mi cuerpo no responde

Caen mis partes pausadas, pesadas, hacia abajo.
Hacia el suelo
Bajo el suelo

Se nubla mi vista
se envidrian mis ojos
se enfrascan los sonidos

Nadie puede verme
¿será que me desvanezco?

Cuanto quisiera hacerme tierra
como quisiera deshacerme en agua
como me siento arder en el fuego
como me arrastra el viento

Como las profundidades me absorven
Adios amor, adios

Ya me he ido, ya no estoy
y aún así, ida, malherida
me desvanezco en esto
Adios amor, adios

Mi carne, no es nada
y el vacío me ahoga
me asfixia

No más, no más
No más tiempo, no más agonizar
No más gritar, no más revolotear
No más de mi
No más mi decadencia
No más mis esperanzas
No más mis luchas
No más mis treguas
No más mi corazón
negro, sofocado en la tierra
No más
Adios amor, adios.

miércoles, 26 de agosto de 2009

37º


Que putrefacta soledad
corre, corre, corre
¡ándate!¡vete de aquí!
cosida la piel, descosida mi sangre
corre, corre, corre
brazo abajo, pecho abajo, cielo abajo
en finas hebras la sangre se esparce
cosida a la piel está mi oscuridad
renovada, amarga como el llanto
corre, corre, corre
no corre conmigo, me pesa cada pie
me pesa cada vista, me pesa cada una de las sonrisas
estampadas, cada una de las lágrimas derramadas
manchadas de tinta, manchada la piel.

Corre, corre, corre
corre tú de aquí, has tenido suficiente de mí
y sentí tu dolor atravesar mis vértebras, cada una, estremecerse.

¡Vete de aquí!
¡No quieras cambiarme!
No puedo ser lo que quieres
no tendré cristales, por ojos, para ti.
No soy lo que quieres, no soy lo quiero
¿cómo podría serlo?

Ahora
CORRAN CORRAN CORRAN
lejos de mi puerta, lejos del umbral
ese que los acerca a mí
que los alberga mientras se esconden
esperando verme llegar
Aléjense, no quiero sentir culpa
por no poder ser lo que quieren, ni lo que esperan.

¡Déjenme correr!
¡Déjenme enamorados correr!
Por qué me atan, no van a salvarme
no van a salvarme de mí
ríndanse que me agotan
ríndanse que me asustan.

Quieren salvarme para ustedes
no desean salvarme por mi
no quieran convencerse
¿para qué?

Este mar es profundo
febril hoy como mi frente
¡Arde mi tortura!

Corran, y déjenme en paz quemar este dolor.

martes, 25 de agosto de 2009

Respaldo


A veces siento que me enamoro de ti
como si te conociera tan poco como te conozco
A veces te siento lejos, pero soy yo hundiéndome en mí misma
A veces tiemblo sólo de pensar en mi sufrimiento
A veces me recojo de sólo imaginar el tuyo
Cuando las cosas pasan, pasan por algo
Descubrir ese algo es lo que me ha costado
Es probable que siga sin saber nada
Pero el cariño me recorre queriendo apoderar
¿Quién obstruye? Es el propio ser
Es el propio ser el que anhela
El que anhela la luz en las respuestas
En las respuestas que sin saber tiene en las manos
Las manos se atan y entregan firmes al dolor
Al dolor le hace falta coraje para dejar el hogar
El hogar es como un triste albergue, negro, húmedo
Húmedo, eso es lo que siento en el rostro, de tanto llorar
Tanto llorar por nada, tanto llorar por todo, tanto llorar por todo y por nada
Si me quieres acompañar, entenderás que una locura corre por mis venas
Corre por mis venas el masoquismo, la indiferencia, el amor lunático y la frialdad
Si quieres quererme, quizás también caigas en mi juego
¿Acaso quiéres ser parte de mi juego?
Quizás rompas mi tortura
Quizás destapes mi dolor
Porque quien ha caído bajo tierra
Porque quien ha tocado fondo
No tiene donde más caer
No puedo seguir cayendo
Sólo me queda salir.




Una toronja verde, de otros tiempos, ya pasados, borrosos en su nitidez, calados en lo profundo.

Entrecruces


Aló
No te lo puedo creer
Sí, en realidad el sábado se veía bastante mal
Bueno, muchas gracias
Sí claro, nos vemos.

Tomé mis cosas, no me molestaba partir temprano a casa, la tarde estaba fresca, no me molestaba caminar.
Busqué el reproductor por la mochila, que llena estaba mi mochila, y ahora, no usaría nada de lo que llevaba dentro. Saqué también los audífonos, con gran dificultad desenredé cables y cables, eran un mismo cable, enredado en muchas partes.
Vi la cajetilla, brillante en el caos de mi mochila, hice caso omiso de su presencia, no quería desvirgarla hasta que el momento fuera el preciso, el maravilloso, mágico.

Tomé los cables ya resueltos en mis manos, hice un nudo con un colet alrededor de su oscuridad cableada, me los eché al bolsillo, la Xime, me acompaña en mis caminatas una vez más.
Ya con la tranquilidad de los audífonos sobre mis orejas, pude abrir nuevamente el cierre, para desprender el plástico de mi cajetilla, el papellilo plata, y el primer cigarrillo, blanquecino, anhelado, cargado de otro tiempo.

Fue, todo lo que esperaba, me hubiese gustado su eternidad, sin tiempo, para variar, pero no me preocupó, tenía mucho por caminar aún, no tenía por qué dejar de disfrutar.

Mi caminar fue ligero, imperceptible, no quería forzarlo, quería flotar sobre el suelo, ligera, entonando sin verguenza por aquella vereda tantas veces recorrida. No me molestan las miradas de extrañeza, sé que en el fondo de sus corazones, les gustaría canturrear así por nada en especial.

El amor que dejé, la familia atrás, el secreto que guardo, no descansaré, sé que llegaré. Camino lento, lo que soy se va descosiendo, las raíces quedan al centro, lejos de aquí, esperaré, cambio de piel...

Para cuando retiré el segundo cigarrillo de la cajetilla, lo vi, y vi esas palabras corretear en mis ojos a toda velocidad. Me importó menos cuán rápido, cuán lento me dirigía, no miré el camino, miré mis ojos brillar desde fuera, saltarines.

Ese cigarrillo estuvo mejor que el anterior.

Y entonces, mi caminata se hizo aún más plácida, me encontré con tímida alegría con los conocidos, disfruté la chocolatada dulzona en mi boca, luego jugué con la bombilla llenando la pequeña cajita punteada de aire.

Mi refugio estaba casi vacío, deslizándome por las escaleras llegué a mi santuario, mi olorosito y acogedor santuario, tan mío, tan acigarrado, tan desordenado ¡Tan mío!

Llegué a arder con mis fantasmas, a batallar una tranquila pero dura batalla, cuando las aguas estuvieron calmas, pude sentarme a mirar el mar, a esperar mi atardecer, para charlar.

Cuando llegó me sonreí en mi soledad, sintiéndome acompañada, como hace lunas luneras no me sentía, que deliciosa sensación ésta, de dejar bailotear el anonimato de mi presencia, para presentarla, así, tal cual, y dejar de detestarla por aislarme, de empezar a agradecerle, por los tiempos regalados.

Sí, me crucé con el pequeño, con el antipático, con el nervioso, con los extraños, con la familia, con mis fantasmas y mis psicópatas, con los de él, con los de ella, y con los desconocidos.
Y para todos los físicos malditos, los vacíos también hablan, ustedes y su afán de ignorarlos, ¡pero que egoísmo diría Dios mismo!

Déjenme cruzar los vacíos tranquila, en mi santuario, no pueden amonestarme, no pueden contaminarme, el tren no se detiene, y cruzaremos caminos sin colisión.


Mi madre tierra querida, tan terca, tan sabia, mejor no digo nada, sé que mis manos aguardan más poder del que sienten, y se rinden ante ti, para que me acompañes.

¿Alguien gusta un cigarrillo?

domingo, 16 de agosto de 2009

El tormento antes del sueño

La lluvia, después de todo lo que le costó caer, ahora sólo tardará en detenerse. Y con su caída, caigo yo y mi semblante de indiferencia.
Me asusta a veces mi capacidad de desconexión con el exterior, mi envoltura es frágil pero igualmente imperturbable, me pesa sobre los hombros sin dejar de lado lo fácil que se me hace sostenerla y alimentarla con cada minuto de ausencia en mis ojos.

Por qué será que funciono de esta forma, puedo tenerlo todo, sin querer alcanzar nada, cuando hago el esfuerzo parecen vanos e infantiles, porque no pareciesen resultar de forma buena alguna.

Y aún cuando aparece en la patineta, con el pelo igual que siempre y el gesto de la misma manera, no hay sorpresa en mi rostro. Para cuando llegó mi turno en la ronda, con un hilo de voz sostuve mi nombre unos segundos, para saber que el tierno diminutivo no llegaría a mí como a las demás, yo era, el punto negro.

Y la cabeza como tortilla se eleva, se gira, cae y vuelve a retorcerse impulsada por quien sabe que cosa. Me marea, me polariza, voy de un lado a otro, pálida como la muerte, fría de manos como siempre, inexpresiva y explosiva, dolorida de la neblina.

Esa neblina paciente, cómoda y estática, mi escudo angustioso, mi barrera, mía como de nadie, invisible, presente como el día gris a los ojos del sueño, mi barrera de hierro, mis temores, mis odios, mi vida incapaz de desprenderse del fracaso, y no habrá caso en culpar a nadie, soy lo que soy y siendo esto no encuentro forma de alegrarme.

¿Y qué necesito? No quiero necesitar nada, si todo lo tengo o nada me falta no pareciese hacer diferencia.

De mi mente soy prisionera, por aprisionar mi dolor como a mi tierra, sufro, como hierba pisoteada, con mesura y en silencio, sin comprender, sin determinación, sufro en el encierro, sufro en mis cuatro paredes, en este cuerpo que escondo, en mi palidez con la del cielo.

En la lluvia, reventando en el suelo, sufro, en mi temperamento, de positivo a negativo, de todo a nada, sufro, por no comprender, por reventar contra mi pecho la amargura y las navajas del recelo.

No quiero ser navaja en otros pechos, ni deshacerme en lluvia por sus rostros, a veces, que no te quieran, es mas fácil. Al menos para intentar descifrar lo indescifrable.

14/08