domingo, 16 de agosto de 2009

El tormento antes del sueño

La lluvia, después de todo lo que le costó caer, ahora sólo tardará en detenerse. Y con su caída, caigo yo y mi semblante de indiferencia.
Me asusta a veces mi capacidad de desconexión con el exterior, mi envoltura es frágil pero igualmente imperturbable, me pesa sobre los hombros sin dejar de lado lo fácil que se me hace sostenerla y alimentarla con cada minuto de ausencia en mis ojos.

Por qué será que funciono de esta forma, puedo tenerlo todo, sin querer alcanzar nada, cuando hago el esfuerzo parecen vanos e infantiles, porque no pareciesen resultar de forma buena alguna.

Y aún cuando aparece en la patineta, con el pelo igual que siempre y el gesto de la misma manera, no hay sorpresa en mi rostro. Para cuando llegó mi turno en la ronda, con un hilo de voz sostuve mi nombre unos segundos, para saber que el tierno diminutivo no llegaría a mí como a las demás, yo era, el punto negro.

Y la cabeza como tortilla se eleva, se gira, cae y vuelve a retorcerse impulsada por quien sabe que cosa. Me marea, me polariza, voy de un lado a otro, pálida como la muerte, fría de manos como siempre, inexpresiva y explosiva, dolorida de la neblina.

Esa neblina paciente, cómoda y estática, mi escudo angustioso, mi barrera, mía como de nadie, invisible, presente como el día gris a los ojos del sueño, mi barrera de hierro, mis temores, mis odios, mi vida incapaz de desprenderse del fracaso, y no habrá caso en culpar a nadie, soy lo que soy y siendo esto no encuentro forma de alegrarme.

¿Y qué necesito? No quiero necesitar nada, si todo lo tengo o nada me falta no pareciese hacer diferencia.

De mi mente soy prisionera, por aprisionar mi dolor como a mi tierra, sufro, como hierba pisoteada, con mesura y en silencio, sin comprender, sin determinación, sufro en el encierro, sufro en mis cuatro paredes, en este cuerpo que escondo, en mi palidez con la del cielo.

En la lluvia, reventando en el suelo, sufro, en mi temperamento, de positivo a negativo, de todo a nada, sufro, por no comprender, por reventar contra mi pecho la amargura y las navajas del recelo.

No quiero ser navaja en otros pechos, ni deshacerme en lluvia por sus rostros, a veces, que no te quieran, es mas fácil. Al menos para intentar descifrar lo indescifrable.

14/08




No hay comentarios: