viernes, 26 de diciembre de 2008

El grito navideño.

Me parecería curioso encontrar un individuo que nunca haya sentido la necesidad, aunque sea una vez, de gritar mucho y muy fuerte, tratando de dejar salir algo inmerso en ese grito.

Más de una vez mis ansias de arrancarme del pecho un enorme sentimiento desgarrador me han llevado a un grito del mismo tipo, sirviendo, no sé, sirviendo, tal vez, depende, de cuan profundo, de cuan doloroso, de cuantas ansias, de tantas variables finitas en infinitas combinaciones.

En momentos como éste, en los que me identifico como una mujer medio aburrida, medio estresada y con deficiencias de cariño severas dado el agitamiento de sus últimos acontecimientos, me encantaría gritar unas cuantas muchas cosas, sólo para descargar un poco este estado tan deplorable en el que caigo en estas circunstancias.

Y no nos encontramos frente a un estado depresivo, no.
Ni tampoco frente a un estado demacrado y perjudicado, no.
Si no que nos encontramos frente a un enorme iceberg con forma de mujer que se planta inmutable frente a un computador a hacer uso de un difícil medio de expresión en términos expresivos, y que, con su falta de expresividad, se transforma en una masificación de su estado inusual y perturbador de ánimo.

Siendo el minuto dado y actual en que van transcurriendo mis palabras, un minuto más muchos otros que se dividen en un estado pensativo, medio triste, y un estado curiosamente despierto y atento...
Me parecería un momento adecuado e incluso perfecto para gritar pelotudeces en medio de la noche cuando los vecinos duermen, pero, hay muchos otros factores que me lo impiden, desde los más vagos, hasta los que son, un poco menos vagos.
Dada la situación, tampoco puedo quedarme de brazos cruzados sin tomar ningún tipo de acción al respecto, pero ahora que escribo esas palabras y las veo escritas, puedo darme cuenta de que sí, puedo quedarme de brazos cruzados y guardar mis gritos para otro momento impulsivo de gritar.

Y como ciertos individuos han osado dejarme hablando en soledad, he decidido retirarme y dejar esto botado así como asá, porque será, a esta hora, mi mayor expresión de rebeldía.

Deseandoles a todos muchas desgracias que en realidad no estoy deseando, se despide atentamente
El Grinch

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