domingo, 15 de marzo de 2009

Tempo


Cayó en la tierra
quien desde el cielo
no reconoce propietario.

Cayó en mis manos
ardiente sonido
presión sanguínea.

Cayó contigo
el llanto amargo
negro silencio.

Vivió en mi mente
escondido terror
de un pasado blanco.

Y una hora se sumó, porque así el hombre lo quiso.
La noche, fría, no quiso retroceder un sólo minuto.
El grito se hizo pesado, mi oído no pudo soportarlo.
Y cuando el cuerpo quiso sacar su animal, el padre se interpuso, no dejó salir la locura.
El animal, enojado, permaneció alerta, perturbado.
Cuando hubo que decidir, el alrededor giró, dejándolo en el medio, la tierra habló, el animal dejó de ser.

La noche sucumbió el fuego, las llamas encendieron, la adrenalina corrió hambrienta por los cuerpos, los hizo odiar, los hizo incansables, no los dejó fatigar, persiguieron su presa con esmero, con sed de asesinar.

El día peligraba con ensuciarse, la tierra tuvo que tomar asiento, la tierra tuvo que pedir ayuda, tuvo que desear la fatiga, no supimos si lo logró, pero sabemos que sintió el cansancio apoderarse de si, cambió el sentido al menos, no había conciencia del otro lado, el culpable fue rescatado de su propio agujero, pero quizás cuantos agujeros queden, si es que la tierra te ha rescatado, no cuentes con que estará siempre para hacerlo.

La mañana abrazó calurosamente nuestros cuerpos, obligó a su hija a levantarse y a sentir la tibia tierra en sus pies, más tarde la hizo abrazar al extraño, después la sentó a pensar, luego la puso a bailar, a disfrutar, cuando ya hubo despertado la sangre de su centro, la dejó retroceder.

Descansa corazón, deja que la luz se oculte, así podrás dormir.

No hay comentarios: