jueves, 14 de junio de 2012

Cabezas con alas


Entra a la habitación/sala. Hace un lento chequeo alrededor.

Pizarrón, sillas, barra de madera, espejo, ventana, ventana, biombo, y se abre un baúl de variantes en tela, instrumento, psicodramáticos y agua.

Escribe en el pizarrón:

Pre mandrágora:

Me importa una mierda. Están apagados los sistemas, más bien dormidos, enfrascados, el día normal, entrar y botar el humo, me rasco la cabeza de malhumor el cuerpo me duele, y, no veo brillar los colores sino solo adolecer las emociones que se quejan entre los músculos ataviados por dormir de ese modo escandaloso entre sueños encamada en playas de invierno, yendo a comprar en go karts al negocio de no sé a dónde como si fuese tal que luego no toparíamos más que tal vez solo en esa parte del principio cuando iba a tocarte la nariz con un dedo mientras dormías como queriendo decir que tenía algo que comentarte y no solo, como en la realidad, iba a tocarte la nariz con un dedo.

Mandrágora.

Se revuelca contenta y empiezan los canturreos, agita los pies y las manos empiezan un fraseo de ondas como de sirena en pleno océano comiendo calamares presa del virus humano de comerse tus fellow americans.

Post mandrágora.

Se abren los canales y la energía deja de agitarse para poder recorrer fresca los canales antes embrutecidos por la humanidad. Entonces ya no se ofuscan y los pies tararean como los brazos y los ojos se mueven en el viaje sonoro de los aromáticos pensamientos que brotan en el instante y el posterior y el que le sigue a aquel así sucesivamente se estremecen con verdadero placer entonces dan ganas de re programarse más seguido para volver con los ojos infantiles después de llevar los documentos primeros a exigir la creatividad usurpada y entonces se te olvida y la siesta es un descenso interminable entre el éxtasis y la irrefutable sensación de volar.



La habitación se ha hecho pedazos. Los observadores se miran, salen uno a uno, el último apaga la luz.

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