jueves, 6 de septiembre de 2012

Primera parte

PRIMERA PARTE

El secreto. Lo vivido que se mantiene escondido.
Cuando hay partes de la propia historia que se desconocen, en la memoria se perciben los espacios vacíos, brumosos, oscuros.

Estos espacios se disfrazan, de ahí que los animales escondidos se disfracen. No somos quienes somos, sino somos los disfraces de lo que no nos han dejado ver, no nos han dejado oír, ni decir, y hay una pesadumbre, una sombra llena de sentidos, que es invisible a nuestros ojos que jamás han tenido permiso para verlo de frente, éste misterio se arrastra enfermizo, insano, demente, tras de cada persona.

La verdad se esconde de frente, pero vive allá atrás, en la memoria, y el cuerpo lo sabe, el cuerpo lo siente, y lo que no está permitido saberse con los ojos abiertos, el cuerpo histérico lo manifiesta en la psicosis, en el devenir absurdo de un ser perdido, desorientado, buscando un norte que no encuentra porque se le ha negado, se le ha negado soñar, se le ha obligado a olvidar y como sin ésto no se puede, se le niega despertar de este ensueño crudo de sombras, de siluetas.

La falsedad se huele, y siempre huele mal, perjudica el aire que se respira y cada vez que éste se inhala, algo dentro se embrutece, se pudre, se vuelve a perder, y no somos dueños de nosotros porque el temor a la verdad también nos enceguece y nos turba el sueño más no la vigilia que está normada por el adulto con pánico, por la moral con pánico, por la ilusión de que lo que no se sabe, no se siente, y que la libertad no existe porque no hay tal cosa como alas para volar ni manos ávidas para escarbar.

Por cada trozo de emoción desviada, evadida, hay una violencia innata que despierta, una sed de fuego que enerva los cuerpos y los sentidos, por cada ser alienado hay sed de muerte, de venganza por lo robado, por la paz nunca alcanzada y por la imposibilidad del opresor que no deja avanzar luego de un punto y desde ahí son solo vueltas en redondo, un espiral insuficiente, irreal que no se eleva sino solo se entierra más y más profundamente en el vacío existencial de un ser sin ilusión, sin fantasía, domesticado y sometido a ser lo que los temerosos quieren que sea. Que no crezca, ni se alargue, ni se expanda, y por nada del mundo flote, y la tierra deja de ser beninga y es una prisión en que la gravedad no es solo una energía hacia el centro, sino el peso de la naturaleza muerta, de la niñez desbaratada, deshojada por almas sin hambre.

No quieren que veamos, no quieren que sintamos, no quieren que escuchemos, no quieren que digamos, no quieren que sepamos que alguna vez se equivocaron o que también a ellos los enfermaron y los dejaron sin anhelos, sin sed de vivir.

Lo que quiero es ver, ver y así sentir, sentir y así vivir.

Solo la verdad y su dolor nos hace libres.






Humo. Bruma. Neblina. Falta de expresión. Sensación de vacío, de pesar, de densidad. Coerción. Crudeza. Opresión en las distintas partes del cuerpo donde se manifiesta, la sensación de nudos. Cubrir ojos, orejas, nariz, pecho. Dar siempre la espalda, nunca mirarse de frente, nunca enfrentarse, rehuir el centro, lo esencial, siempre mirando hacia fuera, hacia lo externo, nunca poniéndose en contacto con lo interno, con el centro (mucho de las extremidades y de la sensación de ir de afuera hacia adentro). Movimiento inorgánicos y a la vez mantener la densidad, la pesadumbre.

Un espiral, donde todos se dan la espalda, que gira brumoso y pesado, cubriéndose el rostro y los sentidos, lentamente se acerca hacia el centro, con miedo, pero con paso cada vez más firme hacia el centro, hacia la verdad, hacia los otros cuerpos, hacia el amor, hacia lo esencial, eterno motor de sueños y de fantasía que ya no se esconde a la verdad, sino que la toma y la vuelve poesía.

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