viernes, 7 de septiembre de 2012

Segunda Parte

Hay un momento estático, silencioso, profundo cuando la verdad se revela. Duele, en todas partes duele, pero hay un peso intrínseco que se libera, que se expande y lentamente empieza a difuminarse. Empieza a destrabarse un nudo histórico, mítico, en el cuerpo, en la garganta, en el estómago, muy despacio pero con convicción se va difuminando y empieza a darse la luz, y aunque es triste y amargo, la aparición de la luz es irreversible e irreductible como hecho concreto.

Puedo abrir los ojos, puedo destapar mis oídos, puedo abrir la boca y decir: esto me duele, esto es horrible, esto es tremendo, esto es inhumano, esto es increíble, esto que disuelve el misterio que oprimía mi cuerpo, es la verdad.

Cuando el velo que cubría la verdad acaba de caer puedo alzar la cabeza como antes no hubiese sido capaz, ahora que puedo ver la verdad, soy también capaz de enfrentarla, de mirarla, desprenderme de ella y ver sus colores, sus formas, su propio rostro y de pasar a través de ella, no a su lado, no desviarme ni esquivarla, pasar a través de ella, hacia la noble carretera que ahora aparece cuando la niebla se ha quitado de enfrente, y aunque el humo sigue presente, ya puedo ver a través de él y sé, sin saber, que ya puedo seguir.

[Cuando el velo deja de cubrir los ojos, hay un momento de introspección, voy a mirar que está ocurriendo en mi centro, con mi cuerpo, dónde estaba apretando ese secreto y su antigüedad, luego, puedo levantar la vista, erguir mi cuerpo, cansado, pero seguro, y con convicción avanzar, escoger una vía y correrla, añorarla, puedo empezar desde el suelo o desde el aire porque ya nada nubla el horizonte que no es uno solo, pero es alguno, es el aquí y el ahora, porque ya el pasado ha descubierto y quitado sus brazos que antaño aprisionaban mi ser]



Lo primero, es volver a respirar, respirar y dejar que ese aire limpie y deje salir al exhalar toda el aire contaminado, el llanto amargo que tanto tiempo pidió ayuda, pidió verdad, pidió sentido. Dejar que con el aire emerja el nuevo llanto, el original, el llanto milenario cuando te quitan el sueño, el descanso, y recuperar el espacio para amar, para ser, para sentir, y este cuerpo antes pesado ahora flota liviano, con su historia y su memoria, una vez más separa las cortinas frente a sí, y se sumerge sin pensarlo en este nuevo misterio, fresco, revitalizado, infinito, que la naturaleza devuelve a su ser, el verdor y la luz, el abrazo que al cuerpo revive, agita, hace temblar y anhelar, volver a tener hambre, a tener sed, a tener color y calor, un calor que salta y se remece y recorre desde el centro, desde lo vivo, este cuerpo y su silueta completa, ya no difusa, sino llena de contornos y formas que le devuelven, paso a paso, la posibilidad de ser y hacer en el infinito, cualquier cosa, volver a sentir en su finitud el sabor de la eternidad.


[Miradas a los ojos, sonrisas despiertas, saltos, movimientos llenos de aire, zambullidos en todas las direcciones, inhalar y exhalar para volver a moverse y correr, distenderse y entregarse en cuerpo y alma a sí mismo, y a los otros, abrazarse, amar, con pequeños gestos de mariposa y grandes brazos como alas devolviendo al cuerpo la vida, la ilusión, de ser y soñar y volar. Refrescante, liviano, a distinto paso, con delicadeza pero de frente siempre, con los ojos bien abiertos.]

1 comentario:

Ara Arias dijo...

esto es , precisamente