domingo, 28 de octubre de 2012

Pasó

La intimidad es una trinchera
una trinchera como los libros
o los alucinógenos
abriendo sus portales de ambigua existencia
en que dista lo que es de lo que creo ser
o el ser de otro ser
no dejo de preguntarme
cuán cerca o lejos
cuán fríos o encendidos
estuvimos alguna vez

La intimidad es una trinchera
donde se bombardean
los episodios periféricos del realismo
los que sí
los que no
los que estuvieron a punto
los que no estuvieron ni cerca
los que fueron
demasiado buenos para ser verdad
demasiado burdos para recordarse
demasiado negros como para asumirse

Los hay
con la luz tenue
o en absoluta ausencia de luz
con el humo incesante
o el vapor afiebrado
y tal vez
algún líquido desparramado

Los hay
con los ojos bien cerrados
 que pueden ser bien abiertos
y el pulso, siempre el pulso

Noches de a dos
tardes de a tres
mañanas de a cuatro

¿alguien piensa que hablo sexualmente?

No hay necesidad

Pero en la trinchera de la intimidad
el gusto es mío
el gusto es suyo
tengamos todos el gusto
de imaginar
a qué se refería con aquello
y a falta de necesidad
el puro placer

De las cuatro voces
los cuatro, que son pares de ojos
asolándose
las cuatro de la mañana
las cuatro del día
las cuatro tazas de té
los cuatro servicios embarrados
las cuatro arritmias del susto
los cuatro que intentan hacer
los borrachos del camino

Por cada cuántos hay intimidad
o fantasía
¿será que con el paso de cuántos
la realidad se obnubila y cede su puesto?

Entonces dejaría de vivir, para soñar
y mi realidad
tendría un sabor efervescente
a surrealismo tal
que a la mañana siguiente
con o sin hachazo
no podría evitar la duda existencial

¿Pasó lo que pasó, o solo soñé que pasó?

El 99,9% de las veces,
pasó.




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