lunes, 3 de junio de 2013

Viejo astuto




¡Ay abandono!
Vieja rata, juraría que no te vi venir
pero mentiría.

Qué quieres conmigo, qué vienes a recojer de mi espíritu,
oscuridad,
ajada de ti, hija de ti, dolida, crecida, enseñada por ti,
oscuridad, falaz y tormentosa, que haces de mí una máscara voraz, 
ansiosa de ser fantasmagórica.


Conjurar, y con tu nombre condenar el mío al exilio de la soledad
incomprendida sociedad por el prisma turbio del abandono
que cubre como un denso velo el matiz de mis ojos
que danzan hoy la réplica de tu indiferencia.

Ay abandono...
Viejo amigo, viejo astuto
no caigo hoy en tus vorágines 
ni en tus abismales temporales 
uso manos y pies, rodilla y nariz, y aún con los ojos cerrados
siempre vuelvo a encontrar la tierra a mi lado, sobre y bajo de mí, siempre.

Tal vez nunca deje de ser así, tal vez nunca deje de encontrarte, ni de vivir el desamor inefable de ser arrancado, sin previo aviso, del templo tan cuidadosamente labrado. 

Y aunque tal vez yo nunca sea suficiente, sé que esta vez fui demasiado. 

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