lunes, 13 de octubre de 2008

Bicicletas rosadas


- SÍ madre, fingir llega a ser entretenido, nadie entiende, nada se entiende, y al fin y al cabo, ¿para qué entender? -

Despistada, Margarita tomaba la curva mientras le hablaba a su madre.

- Hija por dios, que ingenuidad la tuya -

- Y me has de llamar ingenua, no importándote el trauma que puede significar para mí, desde hoy hasta que muera recordaré el día en que mi madre me llamó ingenua -

- Querida, conociéndote, te va a durar hasta la próxima borrachera, la última vez no recordabas como llegar a tu casa, dudo que recuerdes ésto -

- Sí, y las mentiras al final, son una ganga, te acercan donde quieres y te alejan también, te ayudan-

- Te perjudican -

- Te salvan -

- Te condenan. Hija mía, te condenan -

- ¿Y qué sabes tú de condenas? -

- Sé de semáforos, si es que ayuda de algo -

-¿Semáforos?-

- Sémaforos hija. La verdad es un alto, la verdad es la roja que te hace parar, es detenerse, tomar un impulso y con valentía superar cualquiera sea el obstáculo puesto en frente -

- ¿Y la mentirilla amarillenta? Digo yo, te acelera y te traspasa o te disminuye gradualmente de a poquito, bien tranquilo, diría yo -

- Hija, tu ingenuidad, el engaño es caída libre al vació interminable, es la verde sin fronteras, quien engaña una vez, engañará otra, y cuando salga la verdad, y cuando dé la roja sorpresivamente, tendrá que seguir engañando para dar la verde, y así siempre, y así sucesiva y consecutivamente sin más ni menos, sólo hasta que sea capaz de detenerse y mirar el desastre hacia atrás -

- No te entiendo madre -

- Margarita, ¿cuándo entenderás? El curso de manejo lo terminaste hace años, no soy tu madre, no eres mi hija, yo sólo te enseñé a conducir, el retrovisor, los costados, el freno y con dificultad el embriague.
¿ Por qué no te vas a tu casa de una vez?

- Madre, no te preocupes, yo te voy a ayudar. Cuando aprenda a manejar, te voy a llevar a todas partes y así no tendrás que andar sola por ahí, un día de estos te van a atropellar, con lo sola y ciega que andas.
¿Debes salir hoy? Pero prométeme que será la última vez que saldrás sola.

Muy bien, perfecto, tú ten paciencia, que rápido voy a aprender -

- ¿Margarita? ¿Me oyes? -





Rara vez una madre, una madre de las mías, rompe una promesa.
La locura, el dolor, la angustia, el desamor, son condenas de esta vida.
Cuidado a quien quiera hablar de libertad, ¿qué libertad? ha de especificar.
Y quien pueda, que sueñe.






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