domingo, 13 de mayo de 2012

Los vagabundos

No soy un vagabundo del dharma
pero sé que en mi vive una
que lejos de la ciudad respira

(respira inspira respira exhala)

su naturaleza y saca
fortaleza
en la intemperie.

Pero a la luz de la noche las personas
muestran sus ánimas contaminadas
por el egoísmo urbano
las ansias de poder de
liderazgo y de
control.

Arrasan el amor y el
respeto
el valor de
compartir
de la ley natural que debiese existir
entre nosotras
personas.

Los hombres
se pisotean los
hombros se
pisotean los unos a los otros
y la pereza
arrastra los cuerpos
la pereza
tan distinta del cansancio
físico real
que siempre termina por
reconfortar.

Vuelvo a sentir la
necesidad de meditar y de
escuchar
el silencio.

Hay sabiduría que aguarda
oírse en cada trozo del
bosque
en el lago tuve
la certeza de tener
un aura viva
jadeante
que bien hablaba solo
en color
y en ese calor
mi existencia vacua.

No tenía una sola silueta
y mi forma era tan
irreal como los mismos ojos
que creían ver ahora
mi silueta en el agua
envuelta
en un resplandor rojo.

No hay nada más cercano
a la tranquilidad
que el rumor de los árboles
que se agitan y roncan
incansables

- hay un hombre que viene y sin decir nada
apoya su oído y acusa que el árbol está roncando -

y en las miradas íntimas y
silenciosas de las
parejas
que me han rodeado estas semanas
parecen días
quizás
meses.

Siento algo de envidia
de vez en cuando
y también
un anhelo profundo
y sincero
de que se amen y arrullen
sinceros.

Primero tendré
una
postura corporal
entre un abanico de siluetas
para después
compartirlas
entre pieles
alguno de estos días.