domingo, 10 de agosto de 2008

r ê v e

Qué cosas...
Y ahora es cuando me vengo a emocionar
Y ahora es cuando me vienen las ganas de llorar.

Y ¿quién me acompaña?
Estoy aburrida de que me suden las manos, si tan sólo pudiese tener una seria conversación con ellas para frenarles su nerviosismo, quizá así el mío disminuiría.

Y se me traba la lengua, se me traba la cabeza y se me traban las ideas, todo para terminar bailando cueca.

Cueca, chueca, chúcaro y húngaro... anda tú a saber por qué.

Y es que hoy me desconocieron o me quisieron decir algo, y es que hoy me miraron pero no me escucharon, y es que hoy me desconcierto mientras no me estoy ahogando, mientras me inundo pero respiro tranquila.

Y sí, te dejé, te recuperé, apareciste, te fuiste, me dejaste, me llevaste, me encantaste, me desepcionaste, todos distintos, todos aquellos, todos, no hay todos, hay algunos, hay muchos y hay quienes, pero ¿quienes?

En un mismo día, en un mismo momento, al día siguiente y al que siguió a ese hasta a llegar a éste...¿y qué?

Quizás me recuerdes, quizás me olvides.
Quizás me odies, quizás me ames, no puedo prometerte nada, no puedo prometerte el cielo, no puedo prometerte un beso, no puedo prometer, por que para qué prometer, si puedo simplemente aparecer, y no aparecer, y ser pero no estar y estar sin ser nada más que lo que soy.

No puedo contarte quien soy
No puedo contarte que soy
Si logras verme
Si logras tomarme de las manos
Quizás
Tal vez
No sé.

SORTEO MI ALMA A TU PASO
DEJO CAER MIS PIES EN EL AIRE
SUEÑO LOS DÍAS SIN TIEMPO
MÁTAME, INVENTE.


"rêve" que me acompaña.



Que extraño, puedo seguir
puedo seguir contando y descontando
lo conocido y lo desconocido
cosas que aparecen y desaparecen en un mismo paso, en un abrir y cerrar, de los ojos, de las manos, del corazón, del adios y del perdón.

Y me volvió el frío, saque el fuego en llanto de soledad, y hoy no tengo motivos para hablar de mi soledad a menos que sea de la que fabrica mi alma, la que mantiene erguida y en pie, latente.

Pero de a poco lo abandono, de a poco empieza a difuminarse la imágen del candado atado al pecho y al espacio, cuando encuentro el ocaso en mis manos, cuando encuentro mi tranquilidad sintiendo y mirando hacia adentro, hayando afuera sentidos y sin sentidos, cariños y sorpresas de un mismo y distinto tipo.

Y vuelvo a sentirme liviana, no grande, no bella, sólo liviana.

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