lunes, 1 de septiembre de 2008

Sutil de amar

Blanca ingenuidad incierta. Hoy quiero partirme en dos, porque tengo dos y miles de otras cosas que decir, pero en este momento me tiran dos, para ambos iguales y diferentes lados. Polos de una vida llena de bajezas, grandesas, tempestad y primavera.
Aroma a oscura soledad, a una corta pero eterna lejanía, con fin en mis manos y en las de cuales.

Tardío movimiento de mi corazón, mientras quiere salir y escapar de mí, de la tortura pérfida que siente azotarle en lo profundo.
No me cuenten de ángeles, no osen hablarme de un Dios.
Sólo véanme caer, siéntame soltar mis amarras y dejarme caer.

Quiero gritarle al mundo, al encargado, al jefe maestro y supremo que todos desean tener, que se pudra, que se puede ir a la mierda, que venga a hablar conmigo si tiene algún inconveniente, pero no quieran que desista, no quieran que invente una linda y cómoda realidad para estar tranquila, no lo esperen, no lo haré.

Así como la memoría de un tiempo que ya partió, quisiera tener el recuerdo de lo que viene ahora, como si en verdad lo quisiera, ¿quisieran creerme? Yo no quisiera, no tendría gracia, no tendría azúcar.
Pero, ¿y de qué les ha importado?
Sacarina para todos y todos al hoyo.

Parece la foto de quien se ha muerto en vida, de quien plasmó el último momento de su vida, sin más ni menos que una sonrisa tierna de quien tiene el corazón lleno de gozo y de un cansancio tan reconfortante y tan esperanzador.
Parece la foto de alguien que quiere creer, y quiere seguir soñando.

Quiero seguir soñando
Tengo esperanza, esperanzas.
Quiero correr hacia atrás, y hacia adelante, jugar, reír.

Y quisiera que el fuego se llevase mi dolor, lo quemara frente a mí y yo lo sientera ir.

La ceguera me atacó por un segundo, me vi obligada a prender las luces, artificiales luces del desamparo, ¿creen poder ayudar?

¡Y ahora quiero despertar!

Y ahora quiero mirar más allá, mirar hacia donde sé que te encuentras
Amor, que extraño, como cambia la connotación, el color, la sensación, la esencia, tú, amor.
Eres, tal vez demaciado, eres, ni siquiera lo noté, pero caigo en lo mismo, eres.
¿Quién eres?
Y siempre llego a lo mismo, a tu imágen, a la melodiosa presencia que eres, no me cansaré de decirlo, ni menos aún de escribirlo.
Yo que me sentía tuerta, coja, torpe, idiota.
Me sacudí, me sacudí por completo, aún me estoy sacudiendo, aún te sigo encontrando, aún me sigues buscando, puedo amarte infinitas horas, aun que no quiera nada del llamado tiempo.
De pronto giramos, y en vez de decir no sé, levantamos la mirada, nos pega el sol en la cara, y a pesar de eso, exclamamos ¡Lo sé!
¿Y qué sabes?
No te lo diré, tú no tienes porque saber.
Pero con eso, ya fue suficiente.

Eso es, eso es, exactamente eso es.
Correspondencia.
Como una carta que se perdió mucho tiempo en la guerra, y maltratada, herida y rasguñada, después de años, llegó a su destino.

Por suerte, alguien estuvo ahí para recibirla, para tomar el sobre magullado entre las manos y con cuidado separar el pegado cierre de la carta, de la misma.
Tomar lo que dentro se encontraba, leer con atención y precaución de no descuidar ni saltarse nada importante.

Corresponder, es esa la palabra que se me escapaba.

Escapaba, escapar.
Cuanta infinidad de castigos por escapar, y luego me hablan de libertad, já.
Pero bueno, de alguna u otra manera, escaparemos unas cuantas veces, no necesito un consuelo, ninguna certeza, si al mirar a mi lado te encuentro, al mismo lado siempre, que simple, ¿no lo crees?

Y sólo por que no he llevado la cuenta, sin ningún tipo de expresión numérica, me atrevo a volver a preguntar...
¿Me quiéres acompañar?






Cesar, pase lo que pase, sea lo que sea que sea y no sea, me quedo contigo, te quedas conmigo. Donde cuando y como sea.
Cata ¡Hazme el favor de aparecer YA!


Amanda, ¿quién eres?
me pregunto, ¿dónde quedaste?


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